El grupo de veteranos Canucks formado por Dwayne De Rosario, Kevin McKenna, Ante Jazic, Lars Hirschfeld, y Julián De Guzmán, todos ellos mayores de 30 años, está ansioso por hacer que la presente campaña de la competición preliminar de la Copa Mundial de la FIFA™ sea la definitiva. “Para muchos de nosotros, es nuestra última oportunidad de ir a un Mundial”, explicó De Guzmán a FIFA.com con un punto de urgencia en su voz.
“Tenemos mucha confianza y en el equipo hay más estabilidad que en las ediciones anteriores”, declaró el mediocampista de 31 años de edad, miembro de los combinados que quedaron fuera prematura y estrepitosamente en las eliminatorias de 2006 y 2010. Han pasado casi tres décadas desde la primera y única participación de Canadá en la Copa Mundial de la FIFA. Fue en México 1986, y el conjunto quedó apeado en la fase de grupos con tres derrotas consecutivas en su haber.
Mientras que las superpotencias de la CONCACAF como México, Estados Unidos y Costa Rica se clasificaron automáticamente para la Fase 3, Canadá tuvo que disputar la ronda previa. “Para nosotros fue una ventaja”, aseguró De Guzmán sobre el agotador calendario de partidos, que los llevó a lugares tan distantes como Puerto Rico y Santa Lucía. “Pudimos jugar seis partidos de competición, algo que de otra forma no hubiésemos podido hacer. Adquirimos una experiencia que sencillamente no se consigue en los amistosos. Salimos fuera y tuvimos que pugnar por un puesto en la alineación. Sufrimos juntos”.
Con el rodaje hecho
También progresaron juntos, sin registrar ni una sola derrota, y terminaron líderes de grupo. “Para cuando fuimos a La Habana, ya estábamos listos”, añadió De Guzmán. Los Canucks salieron airosos (0-1) de su primer compromiso de la Fase 3, un complicado desplazamiento a Cuba. “No es fácil jugar en campo contrario en la CONCACAF”, afirmó con una media sonrisa el fornido y musculoso mediocampista de contención, toda una baza en ataque si la ocasión lo requiere.
Solo otro conjunto visitante ganó a domicilio en aquella primera jornada. Lamentablemente, en la segunda Canadá tuvo que conformarse con un decepcionante empate 0-0 contra Honduras en Toronto. “Ese día dejamos escapar dos puntos”, aseveró De Guzmán, para quien el rendimiento en casa sigue siendo un problema. “Aún tenemos que trabajar el instinto depredador frente a la meta rival”, admitió.
"¡Si tuviésemos una delantera como Christine Sinclair!”, manifestó entusiasmado De Guzmán en referencia a la brillante artillera que condujo a Canadá hasta la medalla de bronce en Londres 2012. “Tanto ella como el resto de la selección fueron un motivo de orgullo para todo el país, y bueno, el bronce que consiguieron podía haber sido perfectamente un oro”. Como el combinado masculino no cuenta con un ariete con una media de más de un gol por partido, De Guzmán nos dijo que el equipo “marca desde el mediocampo” y “se reparte los tantos”. Pero con una sola diana en sus dos primeros partidos de la Fase 3, insistió: “Aún tenemos que trabajar el toque final”.
De Guzmán, de origen jamaicano y filipino, rebosa tenacidad y determinación. Su carrera, en la que no faltan los altibajos, comenzó en Alemania de la mano del Saarbrucken, antes de su eclosión definitiva en el Deportivo de La Coruña, uno de los grandes de la liga española por aquel entonces. En Riazor, no tardó en convertirse en uno de los favoritos de la afición. De hecho, fue nombrado jugador del año de la entidad en la temporada 2007/2008. Ese mismo año recibió el Balón de Oro por su actuación en la Copa Oro de la CONCACAF, convirtiéndose así en el segundo canadiense merecedor del galardón en la historia del certamen.
Difícil vuelta a casa
Cuando Toronto, su ciudad natal, creó un equipo para participar en la MLS en aquel venturoso 2007, De Guzman comenzó a albergar el sueño de lucir sus colores. Dos años más tarde firmó un lucrativo contrato con el club y recibió el brazalete de capitán, pero no consiguió cuajar en el seno de la formación.
“Las cosas no funcionaron ni para mí ni para la afición del Toronto, lo que resulta muy triste”, confesó con pesadumbre. En su primera temporada, los suyos terminaron en la parte baja de la tabla, y al año siguiente volvieron a quedarse fuera de las eliminatorias. Además, durante todo este tiempo, él se vio acuciado por las lesiones. Su salida era inevitable y finalmente firmó con el FC Dallas. “Así es la vida de un futbolista profesional. Toronto siempre será mi hogar, pero el fútbol es mi vida y tuve que irme”.
A la selección canadiense, con la que De Guzmán siempre ha tenido un rendimiento sobresaliente, le esperan ahora dos citas con Panamá, líder del Grupo C y el combinado de la CONCACAF que más ha mejorado en la última década. “El próximo choque es vital. Tenemos que ganar en casa. Si lo logramos, llevaremos las riendas y nos colocaremos en una posición excelente para alcanzar la siguiente ronda [el hexagonal de la Fase 4]”.
Todo parece girar en torno al sueño de conducir a Canadá a la Copa Mundial. “A veces recibo una inesperada llamada de teléfono de De Rosario o de Atiba [Hutchinson] y hablamos de ello, de la Copa Mundial”, concluyó De Guzmán sin ocultar su emoción. “Es nuestra mejor oportunidad. Quiero formar parte del equipo que lo logre”.
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